Los celestes siguen enrachados
La Máquina ha dejado de ser lenta mentalmente. Los pensamientos de sus hombres son tan veloces como las piernas. Quedó claro con el gol que abrió el marcador.
Antes de hacer contacto con el esférico, Teófilo Gutiérrez ya sabía que se lo retrasaría a Christian Giménez, cuyo disparo, previa desviada en Marvin Cabrera, fue inalcanzable para Alfredo Talavera (19′).
Cuando se vive en estado de gracia, sólo hacen falta pequeñas dosis de motivación. Los Cementeros la hallaron con el tanto de su verdadero líder. El resto fue una demostración de habilidad, orden, temple y amor propio.
Como el que puso Luis Amaranto Perea para terminar de despedazar los de por sí frágiles sueños del Toluca. El central colombiano arremetió en el área con la fuerza de un iracundo burel. Su remate fue imparable para el meta escarlata (29′).
La tibia reacción de los Diablos Rojos pereció cuando el árbitro Fernando Guerrero no señaló un penalti sobre Édgar Benítez. Para entonces, La Máquina ya gobernaba en todos los ámbitos…Hasta el moral.